Este año
en Cuba, Eliseo Altunaga nos explicaba que los mejores personajes de
un guión son aquellos que están diseñados o construidos a partir
de lo que él le llama “El Diamante”. Puede ser un rombo, o
semejante a lo que sería el dibujo bidimencional de un diamante. En
éste dibujo, cada vértice corresponde a una característica del
personaje, las buenas y las malas; los defectos y las cualidades; los
objetivos y los conflictos. A partir de ahí, los personajes se
enriquecen y hacen al guión, a la historia, más interesantes para
el público.
Pero en la vida real es muy diferente, porque este diamante no es de dos dimensiones sino de tres. Es más lo que yo llamo un “PRISMA”. Este PRISMA tiene infinidad de vértices, cada uno de estos puntos son parte de nuestra personalidad, o una cosa que nos ha pasado, una experiencia, un sueño...
Lo bueno
y lo malo;
lo que
sabemos y lo que intuimos;
lo que
nos hace fuertes y lo que nos roba el aliento;
lo que
deseamos y lo que nos tumba al suelo;
lo que
amamos y lo que evadimos;
lo que
buscamos y todo lo que hemos dejado atrás;
lo que
aprendemos y lo que nos han impuesto;
lo que
hemos inventado y lo que hemos destruido;
lo que
hemos borrado y lo que nos sigue atormentando;
los
besos que hemos dado y los que se han negado;
las
mentiras que hemos sostenido y los silencios que han guardado la
verdad;
lo que
hemos encontrado y lo que nunca recuperaremos;
en lo
que hemos creído fervientemente y lo que hemos desertado...
Puntos
que se unen entre sí de maneras aleatorias. Dentro de este PRISMA
con volumen, está la vida, llena de colores. Si intentamos ver a
través del PRISMA, para observar lo que hay del otro lado, sólo
veremos colores.
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