lunes, noviembre 02, 2009

25 de octubre de 2009

25 de octubre de 2009

Hay un día de la semana que no me gusta del todo, y casualmente no es el lunes, es el domingo. El domingo es un día que como que ni va ni viene, es el día oficial de la indecisión. Ahí les va un típico diálogo dominguero: “A dónde vamos?” “ay pos no se”.
Pero hay algo de los domingos que realmente odio, y es que haya domingos con cambio de horario. Luego hay un par de gandayas que se quieren hacer los colgados y colar un retrazo en el trabajo en martes por culpa del cambio de horario. Díganme nomás. Porque es verdad, el domingo de cambio de horario uno anda todo apendejado, apoco no?. Yo ayer me levanté a las …. Digamos que eran las 7, pero en realidad eran las 6 y yo creí que eran las 8. ¿Me explico? Es una sensación que no es ni siquiera bipolar, sino tripular, y en domingo que es peor. Porque aparte en “dormingo” como le dice Teresita(mi madre), es pa dormir hasta tarde. Pero yo me tenia que despertar temprano, a las 7 para ser mas exactos, y si me levanté, pero no supe si eran las 6 o las 8. Dos horas de diferencia son un montón, y si quieres comprobarlo puedes hacer un ejercicio muy ilustrativo, mira, queda con tu pareja, si es pareja sentimental quedará aún más claro, queda a una hora y llega 2 horas antes, y luego vuelve a quedar otro día y llega 2 horas más tarde. ¿A que se te hace un desmadre? . Pos eso le pasa a mis neuronas en domingo de cambio de horario, o sea, 2 veces al año. Finalmente salí a tiempo, porque el destino así lo quiso, ya que la verdad yo seguía con la incertidumbre horaria. Llegando a Toluca, que ya me dirán si no tiene cojones, irse a Toluca en domingo de cambio de horario, y tempranito. Total que ya estaba en Toluca y aunque el aeropuerto está quedando menos feo que la mayoría de aeropuertos en México, al parecer aún no agarran la onda de cuales son las verdaderas necesidades básicas de un viajero de corta distancia, porque en esos aeropuertos no puedes ir tan lejos. Pero si un poquito más lejos, como para necesitar cambiar un par de pesos mexicanos por dólares. En fin, por angas o mangas me trepé con pesos mexicanos al avión, sin un dólar. En el avión venían justo detrás de mí un par de Yuppies que se fueron a bien topar con otro yuppie en la misma hilera del avión. Valió madres. Un yuppie solito podría parecer inofensivo, incluso podría pasar desapercibido, pero por su naturaleza yuppie siempre termina hablando con el de a lado, aunque sea un poquito, porque si el interlocutor tiene la misma manía que yo contra los yuppies seguramente le corta el rollo antes de que el vuelo que sale de Toluca y va hacia donde sea pase sobre Querétaro. Pero dos yuppies que ya vienen encarrerados diciendo estupideces se encuentran a otro justo a lado es una situación que no le deseo presenciar a nadie.
Porque por su naturaleza, el yuppie, aparte de utilizar un lenguaje que según el va de lo sofisticado a lo buena onda en 0.5, incrementa considerablemente el volumen de su voz para que toda la gente se de cuenta de que es Yuppie, para que se note la facilidad que tiene de hablar de algo de lo que no tiene ni puñetera idea, pero eso sí, con mucha fluidez. Aterrizamos por fin en Los Angeles . Un par de semanas antes pasé a visitar a los del consulado gringo para sacar mi visa. Durante un largo periodo de tiempo, entre la multitud que se aglomeraba en esa especie de bodega-almacén-chiquero-moderno gallinero, había un niño muy simpático, o por lo menos a mi me lo parecía, aunque la actitud de sus padres era de querer inscribir al escuincle en algún programa de adopción francés. El niño, que con sus progenitores había llegado puntual a las 6.30 de la mañana, llevaba puesto un traje de Superman, y no hacía más que correr y gritar por todo el consulado. “Your visa has been accepted” me dijo una adefesio anglosajona y yo salí de ahí bastante contento. Pero la pesadilla no había sino empezado apenas. Pasaporte en mano (con visa en la última página) me acerqué a migración, en Los Angeles. Cuánta gente de diferentes razas confluyen en esas pequeñas zonas del planeta. Se siente uno como en un barrio de Nueva York, Londres o Barcelona. La globalización, si señor. Pasaportes de todos los colores. Y del otro lado igual, nomás que todos vestidos de azul y con la cabeza rapada, o semi rapada. Uno de ellos era claramente de origen coreano. Porque ahí donde me ven, tengo la capacidad de ser un medio occidental que distingue entre un chino, un japonés, un coreano, y uno que no es de ninguno de esos tres. Digo medio occidental no porque sea tan tan mestizo, sino porque creo que así es como se debería de llamar a los de este meridiano y un par mas hacia la izquierda y otro par hacia la derecha. Los Americanos, continentales por supuesto, a los gringos nunca los llamaré americanos por supuesto. Si a los de medio oriente, o a los del lejano oriente, y a los occidentales, se les llama de tales maneras, pues me parece que a nosotros nos correspondería el término, medio oriental. Yo ya estaba preparando mi saludo en coreano, digo, pa caerle bien al poli, cuando de repente se acerca Pat Morita con 20 kilos menos(claramente de origen japonés) y me manda a otra fila porque en la que yo venía había demasiada gente. Bendita Ley de Murphy, porqué me abandonas cuando realmente te necesito. “Hola” saludé cordialmente al poli, que no era precisamente un gachupín(ni siquiera de las islas canarias). “¿Hace cuanto tiempo que no viene a los estados unidos?” ni siquiera me miraba a los ojos, ya que no los despegaba o de su monitor o de mi pasaporte (con la visa gringa en la última página) “Hace 20 años” le contesté. Me hizo registrar mis “finguerprints” en un escanercito con una luz verde matrix. “Acompañeme por favor”. Y ahí voy yo atrás de el, hasta llegar a una puerta que daba a un salón más o menos grande (o eso pensé en ese momento) que tenía un gran ventanal de cristal, un par de mostradores y un montón de bancas ocupadas por gentes de todos lados. Pasaportes de colores no había, porque los tenían los polis detrás del mostrador. “Toma un asiento y espere a que le llamen por favor”. Ya se que parece que me equivoqué escribiendo la anterior cita, pero así tal cual me la dijo. Extraña combinación del uso del usted y el tu en la construcción gramatical, pensé. Llevaba ya más de una hora en este país y no había yo articulado palabra en inglés, que para mí necesita de un proceso de adaptación, culpa de ver tanto cine escandinavo últimamente. Falta de práctica vamos. Junto a mi estaba una francesa, que iba a Las Vegas. No tenía cara de ludópata, ni de revoltosa, ni de activista social o política, ni de tener intenciones de adoptar a un niño africano o mexicano vestido de Superman. Solamente tenía cara de francesa y de no tener ni puñetera idea de lo que estaba haciendo en ese lugar. “Saba bien?” Me contestó con el “Oui” menos convincente que he escuchado en mi vida. “Quesque tu fe? Quesque tu pens? La voatour a le batiment?” Notó inmediatamente que mi francés es deficiente y muy amablemente intentó explicarme en inglés que “Aironó”.
Y aquí la sala del SECONDARY INSPECTION se empezó a convertir en la mismisima Babel...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi Arturah, todo esto que nos narras tiene tinte de argumento para una nueva película. El título ya se lo encontrarás.
Saludos y mucho éxito.
Tiash